ÁMBITO DESARROLLO
HUMANO SOSTENIBLE
Bajo este ámbito el Fondo apunta a cerrar las brechas históricas de desigualdad de los territorios más afectados que han sido además origen de las causas históricas de los conflictos, y que por ello genera mayores repercusiones en la vida de las mujeres que allí habitan.
Para esto el Fondo ha fomentado iniciativas que velan por:
- La trasformación y reactivación económica territorial, a partir de estrategias incluyentes, diferenciales y potentes que apuestan por promover el acceso al desarrollo de las mujeres rurales con miras a superar la pobreza, promoviendo que puedan cambiar y mejorar sus propias realidades territoriales a través de la eliminación de barreras discriminatorias y potenciando sus capacidades que les permitan ganar en autonomía económica.
- Reconocer y valorar las contribuciones de las lideresas y defensoras de la vida y de sus derechos, mediante la implementación de medidas efectivas de prevención y autoprotección, así como al proporcionar herramientas que fortalezcan las capacidades institucionales para que garanticen su participación efectiva, y puedan ser atendidas y protegidas en caso de presentarse situaciones de riesgo y amenazas por sus liderazgos.
- Eliminar barreras que garanticen su acceso a la justicia local con perspectiva de género que permitan contar con rutas de atención efectivas, capacidad de respuesta de funcionarias/os responsables de atender sus derechos, y de responder ante las situaciones de VBG que aún persiste en sus entornos tanto privados como públicos.
Yesica: De la coca al cacao, una cosecha de esperanza
Yesica nació y creció en un rincón del Catatumbo donde la coca no era opción, sino la única posibilidad. Desde pequeña, fue testigo de cómo su madre, como muchas mujeres de la región, asumió sola la crianza de sus hijos enfrentando la pobreza con las manos en la tierra y el corazón lleno de resistencia. La coca traía el sustento diario: la comida en la mesa, los cuadernos para la escuela. Pero también marcaba una rutina dura, compartida entre los cultivos y las clases, una rutina que condicionó el camino de Yesica y sus cuatro hermanos.
Pese a los esfuerzos incansables de su madre, el dinero nunca fue suficiente. La adolescencia de Yesica estuvo atravesada por el sacrificio: abandonar los estudios y sumarse de lleno a las faenas del campo para aportar al hogar. A los 18 años, la historia pareció repetirse: Yesica fue madre soltera, y como su madre, se encontró dependiendo de la coca como única forma de sobrevivir.
Pero tres años después, algo cambió. Yesica quedó nuevamente embarazada y, junto a su nueva pareja, decidió dar un giro radical. Con mucho esfuerzo compraron un pequeño predio en la vereda San Juan de San Calixto, y con él sembraron una nueva esperanza. Dejaron atrás la coca y apostaron por el cacao, convencidos de que una vida distinta era posible.
El camino no fue fácil, pero encontraron apoyo. Se vincularon a Asoprozonor, una asociación que impulsa la agricultura sostenible y promueve el liderazgo juvenil rural en el noroccidente de San Calixto. Allí, Yesica se formó en buenas prácticas agrícolas, aprendió a mejorar la calidad del cacao, y conoció el proceso de comercialización, abriéndose a un mundo que antes parecía inalcanzable.
Gracias al acompañamiento de la estrategia “Cacao, el Corazón del Catatumbo”, apoyada por el Fondo, Yesica, al igual que muchas otras mujeres agricultoras, fortaleció su rol como lideresa, reconociendo su capacidad de transformar no solo su vida, sino también las vidas de su comunidad. Dejó atrás las prácticas asociadas a economías ilícitas, y hoy impulsa un modelo de vida sostenible, con los pies en la tierra y los ojos en el mañana.
El cacao no solo les dio un respiro económico, también les dio dignidad. Yesica y su familia hoy viven con mayor estabilidad, participan activamente en espacios comunitarios y se sienten parte de un proceso colectivo de transformación territorial. Ella ha ganado autonomía, independencia, y ahora tiene sueños renovados.
Actualmente, Yesica sigue cultivando cacao con amor y dedicación, pero también se da tiempo para ella: retomó sus estudios con la firme intención de graduarse del bachillerato y estudiar veterinaria, porque su amor por los animales va de la mano con su identidad de mujer campesina, cacaotera y constructora de paz.
El Fondo reconoce y valora las contribuciones de las mujeres campesinas a sus propias realidades territoriales, por ello fomenta la eliminación de barreras que afectan en mayor proporción a las mujeres, e impulsa estrategias que mejoran sus condiciones de vida y de acceso a recursos económicos por medio de capacitación y tecnificación agropecuaria que fomentan las economías lícitas. La historia de Yesica inspira y representa una esperanza para las mujeres que como ella viven y trabajan en el campo y apuestan por cambiar sus propias realidades en búsqueda de su autonomía social y económica.