Historias de vida de mujeres jóvenes que transforman sus territorios

Las pequeñas acciones hacen la diferencia. Sin duda el rol de las mujeres en las comunidades, aunque en muchas ocasiones invisibilizado, en otras amenazado, y en otras no reconocido, han logrado contribuir al sostenimiento de la paz territorial, liderando procesos de reconciliación para sí mismas, y sus comunidades dado que persisten complejos contextos del conflicto.    

Es por esto por lo que el Fondo apuesta por el cierre de brechas de desigualdad que afecta en mayor grado a las mujeres, debido a los obstáculos visibles e invisibles que continúan minando los caminos que les conducen al cumplimiento de sus objetivos personales, familiares y comunitarios.

 

En tal sentido, los socios del Fondo han acordado que todas las iniciativas financiadas por el mismo deben garantizar una destinación específica de mínimo el 30%, para promover el mejoramiento de su calidad de vida a través del impulso y reconocimiento de sus derechos, la participación efectiva desde sus propios liderazgos, y de promover su autonomía para la toma de decisiones y manejo de sus propios recursos.

 

En 2024, resaltamos la labor y sentir de las mujeres a través de 4 relatos compartidos por Yesica, Celeni, Violeta y Yadiris, ellas como participantes de algunas de las estrategias financiadas por el Fondo son prueba de transformación que convocan inspiración, alegría, esperanza y resiliencia. Cada una de estas historias se enmarca en un ámbito temático del Fondo y permiten dilucidar como el fortalecer capacidades para potenciar habilidades y talentos en pro de sueños individuales y colectivos, les permite continuar avanzando con sus proyectos de vida, e impulsar las causas en las que creen y por las que apuestan.

DESARROLLO HUMANO SOSTENIBLE

Una de las grandes apuestas del Fondo ha sido aportar para que las mujeres de las zonas rurales y urbanas puedan decidir sobre su propio desarrollo territorial, así como afianzar acciones consistentes a los intereses de las comunidades, y en particular de las mujeres que se han destacada por liderar iniciativas de seguridad alimentaria, conservación, protección y cuidado del medio ambiente.

Es así como Yesica Quintero mujer rural cacaocultora viene transformando su vida gracias a la estrategia financiada por el Fondo denominada Cacao, Corazón del Catatumbo, con su vinculación, dejó de sembrar y cultivar coca y se pasó a las economías lícitas que no solo le generan ingresos personales y familiares, sino seguridad, tranquilidad, y nuevas oportunidades de desarrollo.
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VÍCTIMAS Y JUSTICIA TRANSICIONAL

El Fondo hace un especial reconocimiento a las mujeres buscadoras, que como Celeni Castaño Gallego realizan un trabajo inconmensurable por obtener justicia para sus seres desaparecidos.

Como mujer buscadora del Oriente antioqueño hizo parte de la estrategia apoyada por el Fondo al fortalecimiento de los Planes Regionales de Búsqueda adscritos a la UBPD, a través del proyecto liderado por la Corporación Jurídica Libertad, que junto con el Colectivo Tejiendo Memorias y el Colectivo de Familiares de la Vereda La Esperanza, recibieron acompañamiento psicoemocional y jurídico con perspectiva de género para continuar avanzando en sus procesos de sanación y de reconciliación, y contar con herramientas para la búsqueda de su padre, demás familiares y otras personas de la comunidad desaparecidas. Su historia se destaca por ser resiliente y motivo de inspiración de otras y otros jóvenes que han decidido sumarse al propósito de buscar la verdad para encontrar a sus seres queridos y devolver la paz y tranquilidad a sus familias.
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REINCORPORACIÓN

La perspectiva de género implica reconocer en las mujeres independientemente sus luchas elegidas o impuestas, la oportunidad de dignificar sus nuevos quehaceres, de reconocer la importancia de sus voces, para promover puentes de reconciliación y esperanza para sí, y sus propios entornos. El Fondo asume el compromiso de acompañar a quienes se atrevieron a dejar el conflicto armado, y ahora apuestan por iniciar sus proyectos de vida a nivel personal y comunitario bajo la premisa de aportar al proceso de reparación que necesitan y merecen las víctimas. Por ello, mujeres firmantes como Violeta representan el cambio, la posibilidad de iniciar proyectos de vida desde la búsqueda de sueños individuales en armonía con las apuestas colectivas. Ella, sin duda tiene una voz que se escucha en Fonseca- La Guajira y en muchos otros rincones del país, lo cual permite a otras mujeres firmantes tener confianza en asumir retos personales que puedan mejorar su propia realidad.
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COMUNICACIONES

El liderazgo y el trabajo en pro de socializar los avances y retos tanto que presenta el Acuerdo de Paz, como la implementación de los PDET, es sin duda parte de los compromisos que mujeres como Yadirys han realizado desde el Grupo Motor al que pertenece. Ella participó de la convocatoria de comunicaciones que fortaleció capacidades de los grupos motor de Antioquia, así como de 19 emisoras comunitarias que le permite contar con herramientas para la socialización de contenidos de paz y de las iniciativas PDET en sus territorios.

Estos esfuerzos promovidos por el Fondo han permitido a las mujeres desarrollar capacidades para afianzar su liderazgo y establecer conversaciones asertivas con las entidades nacionales y territoriales y ser puente con las comunidades que representan.
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ÁMBITO DESARROLLO
HUMANO SOSTENIBLE

Bajo este ámbito el Fondo apunta a cerrar las brechas históricas de desigualdad de los territorios más afectados que han sido además origen de las causas históricas de los conflictos, y que por ello genera mayores repercusiones en la vida de las mujeres que allí habitan.

Para esto el Fondo ha fomentado iniciativas que velan por:

  • La trasformación y reactivación económica territorial, a partir de estrategias incluyentes, diferenciales y potentes que apuestan por promover el acceso al desarrollo de las mujeres rurales con miras a superar la pobreza, promoviendo que puedan cambiar y mejorar sus propias realidades territoriales a través de la  eliminación de barreras discriminatorias y potenciando sus capacidades que les permitan ganar en autonomía económica.
  • Reconocer y valorar las contribuciones de las lideresas y defensoras de la vida y de sus derechos, mediante la implementación de medidas efectivas de prevención y autoprotección, así como al proporcionar herramientas que fortalezcan las capacidades institucionales para que garanticen su participación efectiva, y puedan ser atendidas y protegidas en caso de presentarse situaciones de riesgo y amenazas por sus liderazgos.
  • Eliminar barreras que garanticen su acceso a la justicia local con perspectiva de género que permitan contar con rutas de atención efectivas, capacidad de respuesta de funcionarias/os responsables de atender sus derechos, y de responder ante las situaciones de VBG que aún persiste en sus entornos tanto privados como públicos.
Yesica: De la coca al cacao, una cosecha de esperanza

Yesica nació y creció en un rincón del Catatumbo donde la coca no era opción, sino la única posibilidad. Desde pequeña, fue testigo de cómo su madre, como muchas mujeres de la región, asumió sola la crianza de sus hijos enfrentando la pobreza con las manos en la tierra y el corazón lleno de resistencia. La coca traía el sustento diario: la comida en la mesa, los cuadernos para la escuela. Pero también marcaba una rutina dura, compartida entre los cultivos y las clases, una rutina que condicionó el camino de Yesica y sus cuatro hermanos.

Pese a los esfuerzos incansables de su madre, el dinero nunca fue suficiente. La adolescencia de Yesica estuvo atravesada por el sacrificio: abandonar los estudios y sumarse de lleno a las faenas del campo para aportar al hogar. A los 18 años, la historia pareció repetirse: Yesica fue madre soltera, y como su madre, se encontró dependiendo de la coca como única forma de sobrevivir.

 

Pero tres años después, algo cambió. Yesica quedó nuevamente embarazada y, junto a su nueva pareja, decidió dar un giro radical. Con mucho esfuerzo compraron un pequeño predio en la vereda San Juan de San Calixto, y con él sembraron una nueva esperanza. Dejaron atrás la coca y apostaron por el cacao, convencidos de que una vida distinta era posible.

El camino no fue fácil, pero encontraron apoyo. Se vincularon a Asoprozonor, una asociación que impulsa la agricultura sostenible y promueve el liderazgo juvenil rural en el noroccidente de San Calixto. Allí, Yesica se formó en buenas prácticas agrícolas, aprendió a mejorar la calidad del cacao, y conoció el proceso de comercialización, abriéndose a un mundo que antes parecía inalcanzable.

Gracias al acompañamiento de la estrategia “Cacao, el Corazón del Catatumbo”, apoyada por el Fondo, Yesica, al igual que muchas otras mujeres agricultoras, fortaleció su rol como lideresa, reconociendo su capacidad de transformar no solo su vida, sino también las vidas de su comunidad. Dejó atrás las prácticas asociadas a economías ilícitas, y hoy impulsa un modelo de vida sostenible, con los pies en la tierra y los ojos en el mañana.

 

El cacao no solo les dio un respiro económico, también les dio dignidad. Yesica y su familia hoy viven con mayor estabilidad, participan activamente en espacios comunitarios y se sienten parte de un proceso colectivo de transformación territorial. Ella ha ganado autonomía, independencia, y ahora tiene sueños renovados.

Actualmente, Yesica sigue cultivando cacao con amor y dedicación, pero también se da tiempo para ella: retomó sus estudios con la firme intención de graduarse del bachillerato y estudiar veterinaria, porque su amor por los animales va de la mano con su identidad de mujer campesina, cacaotera y constructora de paz.

El Fondo reconoce y valora las contribuciones de las mujeres campesinas a sus propias realidades territoriales, por ello fomenta la eliminación de barreras que afectan en mayor proporción a las mujeres, e impulsa estrategias que mejoran sus condiciones de vida y de acceso a recursos económicos por medio de capacitación y tecnificación agropecuaria que fomentan las economías lícitas. La historia de Yesica inspira y representa una esperanza para las mujeres que como ella viven y trabajan en el campo y apuestan por cambiar sus propias realidades en búsqueda de su autonomía social y económica.  

ÁMBITO VÍCTIMAS Y
JUSTICIA TRANSICIONAL

Desde este ámbito se reconoce a las víctimas en el centro de las intervenciones como lo hace el Acuerdo de 2016. Para ello se impulsan estrategias que garanticen su reconocimiento, dignificación, así como la satisfacción de sus derechos; y responde al compromiso de apoyar y respaldar al Estado en su estrategia de reparación integral a las víctimas. Entre ellas a las mujeres desde un abordaje diferencial y de género que permita su acceso a la verdad, la justicia, la reparación y no repetición.

 De manera específica, bajo este ámbito se apoyan dos líneas principales:  

  • Fortalecer la institucionalidad del Sistema Integral para la Paz para que garantice la atención integral no revictimizante con respuestas oportunas y eliminación de barreras para el acceso de las mujeres víctimas a la verdad, justicia, reparación integral y garantías de no repetición frente a las VBG sufridas. Entre las estrategias priorizadas se busca promover que las y los funcionarias/os activen los mecanismos creados para prevenir riesgos, proteger su integridad, así como agilizar los tiempos de respuesta frente a sus requerimientos de la reparación integral, y garantizar que no vuelvan a pasar por los hechos que las han victimizado. 

  • Contribuir con acciones de tipo afirmativo que promuevan el empoderamiento de las mujeres víctimas a partir de la generación e impulso de estrategias que fortalezcan sus conocimientos frente a sus derechos y su acceso a los mecanismos de verdad, justicia y reparación integral.
Celeni: Donde habita la ausencia, florece la resistencia

Celeni creció en La Esperanza, una vereda del Carmen de Viboral que, a pesar de su nombre y su tradición cerámica reconocida como Patrimonio Cultural Inmaterial, carga una historia profunda de dolor y desaparición. Allí, en medio de las montañas antioqueñas, la violencia irrumpió hace más de 29 años para quedarse. Entre junio y diciembre del año 1996, el Ejército y las Autodefensas Campesinas del Magdalena Medio desaparecieron a 12 personas, entre ellas el padre y el tío de Celeni, así como tres niños que nunca volvieron a casa.

 

Desde entonces, su madre, convertida en buscadora incansable, tejió cada día con el hilo de la persistencia y la dignidad. Sin proponérselo, fue su mayor maestra. Con su ejemplo silencioso y firme, le enseñó a Celeni a exigir verdad, justicia y a reivindicar la memoria de su padre como un acto de resistencia. Así, Celeni fue construyendo su identidad entre la ausencia y el amor, entre el dolor heredado y el deseo de transformar esa herida en acción.

La búsqueda se volvió parte de su vida, pero también lo fue el anhelo de romper el ciclo del silencio. Por eso, desde joven, encontró en la lectura, la escritura y los procesos comunitarios de memoria un camino para no olvidar. Inspirada por su madre y acompañada de su comunidad, ha promovido espacios de diálogo intergeneracional que conectan a las juventudes con la historia del territorio, permitiendo que las voces del pasado no se pierdan y que nuevas narrativas puedan germinar.

Junto a su madre, y con el apoyo de un proyecto respaldado por el Fondo, Celeni impulsó el arte, tan reconocido en su tierra natal, como un lenguaje sanador. A través de la danza, el movimiento y la expresión corporal, han logrado transformar el dolor en creación, llevando un mensaje poderoso a su comunidad: el cuerpo también es memoria y habitarlo desde el cuidado también da dignidad.

 

Este proceso no solo ha contribuido a sanar individual y colectivamente, sino que ha generado puentes entre generaciones. Jóvenes vinculados con las víctimas han encontrado un espacio para expresarse, al igual que personas adultas han abierto las puertas para nuevas conversaciones sobre el pasado y el presente.

Sin embargo, Celeni también ha comprendido que tiene derecho a soñar con una vida propia. Ha empezado a trazar su propio camino más allá de la lucha por la desaparición forzada, sin culpa, con libertad. Sueña con estudiar una maestría en el exterior, habitar otros lugares, difundir su mensaje, fortalecer su proyecto de vida y regresar para seguir acompañando los procesos de memoria en su comunidad.

 

Junto a su madre lidera la Biblioteca Rural Itinerante en la vereda, un espacio para escuchar, leer y reconstruir la historia desde las voces del territorio. Y aunque el camino ha sido largo y doloroso, también ha traído avances. En 2021, tras conocer la sentencia condenatoria contra Ramón Isaza, relacionado con el Caso de la vereda de la Esperanza en el marco de Justicia y Paz sintieron un poco de alivio y fuerza para seguir.

Saber que existe una ruta para encontrar a nuestros familiares nos da fuerza para continuar, sin olvidar la importancia del cuidado: de sí, de los otros y del territorio”, afirma Celeni.

 

Ella es más que hija y sobrina de tres desaparecidos. Es una voz que no se rinde, una mujer que transforma el dolor en memoria viva y una sembradora de esperanza en tierras marcadas por la ausencia.

El Fondo reconoce la fortaleza y la labor titánica que realizan las mujeres buscadoras, que como Celeni tienen entre sus propósitos de vida, encontrar respuestas sobre lo sucedido con sus seres queridos y obtener justicia; al mismo tiempo que busca posicionarse ante la vida más allá del dolor de ser víctimas, y continuar con sus vidas a partir de la construcción de nuevos caminos resilientes que les permita avanzar con sus sueños personales y colectivos.

ÁMBITO
REINCORPORACIÓN

Desde este ámbito se promueve la efectiva inclusión en las dinámicas sociales, políticas y económicas de la vida civil que incentiven la coexistencia, convivencia, reconciliación y no estigmatización de las mujeres firmantes; lo anterior teniendo en cuenta la aplicación del enfoque de género en la estructuración, implementación y sostenibilidad de proyectos de reincorporación que les permita acceder a mayor autonomía económica y social que les permita consolidar sus proyectos de vida.

De manera específica se da respuesta a:

  • Apoyar la estructuración, implementación y sostenibilidad de proyectos de reincorporación que incorpore las necesidades prácticas y expectativas de las mujeres firmantes y con ello mejorar y potenciar su autonomía social y económica.

  • Brindar acompañamiento psicosocial integral con enfoque de género que facilite su tránsito a la vida reincorporada.

  • Fortalecer a las mujeres firmantes en capacidades técnicas y blandas para promover su acceso a mayores oportunidades de empleabilidad y/o emprendimientos productivos que garanticen mayor estabilidad de sus nuevas realidades a nivel personal, familiar y comunitario.
Educación, resistencia y palabra: la revolución de Violeta

Ella es Violeta, nombre que ella misma escogió en homenaje a la gran cantautora chilena Violeta Parra, y por allá en el 2014 cuando tenía 22 años sus letras significaron inspiración y decisión para continuar caminando y apostando por procesos de justicia social que le permitieron reconocer y hacer valer sus derechos como mujer.  

 

Nació hace 33 años en Bogotá, pero su historia está profundamente marcada por el desarraigo. Su familia, de origen campesino y militante de la Unión Patriótica, huyó del Meta y Guaviare en los años noventa, escapando de la persecución política que dejó muertos a varios de sus familiares. Se refugiaron un tiempo en Bogotá, pero cuando Violeta tenía apenas seis años, la violencia los obligó a migrar nuevamente, esta vez al Vichada.

Sus sueños de estudiar agronomía se truncaron, pero en 2011 tomó una decisión que marcaría un punto de inflexión, ingresó a las FARC-EP a través del Partido Comunista Clandestino. Desde allí, encontró su lugar en la comunicación y la educación política, colaborando en las escuelas ideológicas del suroriente del país. En 2017, tras la firma del Acuerdo de Paz, fue ubicada en el Antiguo Espacio Territorial de Reincorporación de Pondores, en La Guajira.

 

Allí lideró procesos de reincorporación educativa y de comunicación comunitaria, siendo una de las voces clave en la construcción de un plan territorial que permitiera descentralizar el proceso y fortalecer la integración social. Su liderazgo la llevó a formar parte de la cooperativa COOMPAZCOL y a cofundar la Red de Medios Desde Adentro y el periódico Corresponsalías Populares, iniciativas apoyadas por el Fondo, en alianza con el medio de comunicación “Las 2 Orillas”.

Estos espacios no solo han servido para democratizar la información y visibilizar los procesos territoriales, sino para amplificar las voces de las mujeres y mostrar que ellas también pueden —y deben— ser narradoras activas de su historia y de la transformación de sus comunidades.

 

En 2020, Violeta regresó a Bogotá para estar cerca de su familia y retomar su vida académica. Hoy, próxima a graduarse como psicóloga, sigue apostando por la educación popular como herramienta de paz. Sueña con que su propuesta “Pedagogía del Movimiento” sea reconocida por el Ministerio de Educación, y que la Red de Medios Desde Adentro se convierta en una alternativa nacional, con presencia en radio y televisión.

 

Porque para Violeta, sembrar ideas, palabras y conciencia es también hacer revolución. Y su historia demuestra que es posible transformar el conflicto en proyecto, la marginalidad en dignidad, y la palabra en puente hacia la reconciliación.

Su historia ha sido clave para demostrar que, con las herramientas adecuadas, es posible reconstruir la vida y contribuir a los procesos de reparación comunitaria. En sus propias palabras, tener oportunidades le permitió creer en sí misma y abrirse camino hacia nuevos sueños de progreso. Violeta transformó su vida apostando por la autonomía y liderando proyectos que amplifican las voces de las mujeres firmantes y de las comunidades en La Guajira. Fue ella quien impulsó el proyecto Corresponsalías, financiado por el Fondo, con el propósito de fortalecer las capacidades de organizaciones sociales, medios comunitarios y grupos motor. Esta iniciativa logró acercarse a las comunidades a través de conversaciones informadas sobre los avances y desafíos del Acuerdo de Paz y los Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial (PDET).

ÁMBITO
COMUNICACIONES

El Fondo apuesta por el fortalecimiento de capacidades de las mujeres y sus organizaciones para que continúen liderando el seguimiento y veeduría a la implementación del Acuerdo de Paz, que incluye demandas históricas, y la búsqueda de garantías para que ejercer sus derechos, sea una realidad. Las mujeres han sido y son fundamentales para promover y acelerar estrategias de paz duraderas.

Es por esto por lo que se busca:

  • Involucrar a las mujeres y sus procesos organizativos al fomentar su fortalecimiento como veedoras de la implementación del Acuerdo, al igual que como dinamizadoras de la construcción de paz en sus territorios.

  • Así mismo, al fortalecer los mecanismos establecidos en el Acuerdo de Paz del 2016 (Punto 6) para el monitoreo como la Instancia Especial de Mujeres –IEM- y demás mecanismos que deben incluir el análisis de género para dar a conocer los avances y retos en material de implementación del Acuerdo.
Sembrando esperanza en San Pedro: la voz de Yadirys frente al miedo y el olvido

Nacer y crecer en San Pedro de Urabá a mediados de los años noventa significó reconocer la grandeza de su biodiversidad entre manglares y selva tropical, pero también aprender a vivir con cautela.

 

Para sus habitantes, cada amanecer podía traer consigo la noticia de una nueva masacre o el temor de ver cómo distintos actores armados disputaban el control del territorio, atropellando los sueños de una comunidad campesina que solo anhelaba paz.

 

En ese clima de incertidumbre, en el año 1994 nació Yadirys Pérez Díaz, la quinta de ocho hermanas y hermanos. Aunque su infancia estuvo marcada por el miedo, su memoria está también tejida con los hilos del orgullo campesino: el aroma de la tierra húmeda, la espuma de la leche recién ordeñada, y el respeto profundo por los caballos, legado de su padre Catalino. De su madre, Prisciliana Díaz, heredó la fuerza del liderazgo: con solo 12 años, la acompañó en su campaña al Concejo Municipal, pocos meses después de que perdieran su casa, incendiada en circunstancias aun no esclarecidas. Esa experiencia fue determinante, sembró en Yadirys el compromiso con su comunidad y la convicción de transformar el dolor en acción colectiva.

Fue en 2015 cuando su vocación tomó forma concreta al ser elegida representante de la juventud víctima del conflicto en la Mesa de Participación Efectiva de Víctimas de San Pedro de Urabá. A partir de allí comenzó a caminar con más determinación hacia el liderazgo comunitario, entendiendo que su voz podía ser canal de transformación, no solo para ella, sino para muchas otras personas de su territorio.

 

Hoy, Yadirys es madre de tres hijas, profesional en administración pública, y su compromiso sigue intacto. Participa activamente en la Mesa Comunitaria PDET, el Grupo Motor, la Mesa de Víctimas, y trabaja en la Unidad de Trabajo Legislativo (UTL) de la representante por la Curul de Paz de la subregión de Urabá.

 

Cada espacio ha sido una oportunidad para crecer como lideresa, madre y profesional, siempre guiada por el propósito de mejorar la vida de su comunidad.

Su deseo por aprender no se detiene. Gracias al diplomado en comunicación y mediación social para la paz, impulsado en el marco del proyecto de comunicaciones financiado por el Fondo, Yadirys y otras 94 personas de Antioquia fortalecieron sus herramientas para la incidencia pública. Esta formación le permitió conectarse con emisoras comunitarias de San Pedro de Urabá, ampliando su alcance para informar a la población sobre los avances y desafíos de los Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial (PDET) y el Acuerdo de Paz.

 

Yadirys tiene claro que representar a su comunidad no es solo hablar en su nombre, sino también tejer conexiones, generar diálogos respetuosos y exigir compromisos reales por la paz. A pesar de que el miedo persiste, ella camina con esperanza, convencida de que un territorio digno y en paz sí es posible, y que su voz —como la de muchas otras lideresas— es clave para lograrlo.

El Fondo resalta el empeño de las mujeres constructoras de paz como cimentadoras e impulsoras de los espacios democráticos y pacíficos; Yadirys como joven integrante del grupo motor de su territorio, cuenta con mayores herramientas para representar a su comunidad en calidad de vocera y gestora de sus necesidades y expectativas territoriales ante las entidades competentes, y como veedora de la implementación del Acuerdo de Paz y las iniciativas PDET en el Urabá antioqueño.